El síndrome del árbol de Navidad
Es uno de los momentos más esperados de las fiestas: llevar el árbol de Navidad al salón, decorarlo con adornos y velas y transformar la casa en un lugar festivo. Sin embargo, para algunos alérgicos, esta apreciada tradición marca el comienzo de una temporada difícil. El árbol en sí puede desencadenar síntomas similares a la fiebre del heno, dificultades respiratorias o incluso ataques de asma, algo comúnmente conocido como «síndrome del árbol de Navidad».
La alergia a los árboles de Navidad suele deberse a causas inesperadas, como la presencia de moho en las ramas, polen en las agujas o incluso sustancias químicas procedentes del cultivo, que se combinan para crear una desagradable sorpresa navideña.
Los estudios han demostrado que los árboles de Navidad pueden transportar granos de polen ocultos, como el de la hierba y la ambrosía. Estos alérgenos suelen adherirse a las agujas y ramas del árbol durante su crecimiento en verano y otoño. Cuando el árbol se lleva al interior, el polen se libera gradualmente en el aire a medida que se seca (1).
La mayoría de los árboles de Navidad se cortan con semanas de antelación y se almacenan en lugares húmedos, lo que crea el entorno perfecto para que crezca el moho. Una vez dentro de un hogar cálido, mohos como Aspergillus, Penicillium, Cladosporium o Alternaria se multiplican rápidamente, haciendo que las concentraciones de esporas de moho se disparen de 800 a más de 5.000 esporas por metro cúbico en sólo dos semanas (2,3). Según el Instituto Robert Koch, 5 de cada 100 personas son alérgicas al moho, y la cifra se eleva a 10 de cada 100 entre los asmáticos. Los niños están especialmente expuestos: casi 1 de cada 10 es sensible al moho, y la exposición repetida puede provocar alergias (3).
A veces, incluso la alegría de decorar el árbol de Navidad puede transformarse en un desafío. La Asociación Alemana de Alergia y Asma (DAAB) destacó los riesgos potenciales asociados a la decoración navideña. Las velas de parafina, por ejemplo, liberan hollín y disolventes al aire, que pueden provocar dolores de cabeza, erupciones cutáneas o incluso ataques de asma. El espumillón tradicional, hecho de papel de aluminio, suele contener plomo, un metal pesado nocivo (4).
Un árbol artificial puede parecer una alternativa cómoda, pero a menudo conlleva sus propios problemas. Pueden contener diversos plásticos, como cloruro de polivinilo, polietileno o polipropileno, además de metales como hierro, plomo o bario. El riesgo no sólo proviene de tocar el árbol, sino también de las fuentes de alérgenos transportados por el aire, como el polvo, los ácaros y el moho, que pueden desencadenar asma y otros síntomas de alergia (5,6). Por si fuera poco, la mayoría de los árboles artificiales se importan del extranjero, lo que deja una importante huella de carbono. Para compensar el impacto ambiental del transporte, habría que reutilizar el árbol durante al menos diez Navidades (7).
Un árbol de Navidad aporta calidez y alegría a la temporada, pero para ciertas personas también puede introducir alérgenos no deseados. Si tomas algunas precauciones, podrás disfrutar de la belleza de estas fiestas sin las molestias de los estornudos y la congestión nasal. Tomando algunas precauciones, todo el mundo puede disfrutar de unas fiestas alegres, luminosas y sin alergias.